Estoy cansada de la inestabilidad en la comunidad científica. Pareciese que los Einsteins nunca se ponen de acuerdo: hasta hace una década, tomar leche era el súmmum de la salud, ahora no sólo es mala para el aparato digestivo sino que también descalcifica. Explicame eso, Pasteur. ¿Ahora me vienen con que hay que tomar sol para procesar la vitamina D y obtener calcio? ¿Pero el sol no es cancerígeno? ¡Ah! Hay que elegir. ¿Y la carne? ¿y los huevos? Malos y buenos al mismo tiempo. Cosa de mandinga. Hace años que nos vienen hinchando las barrigas con los ocho vasos de agua al día y ahora salen con que es inútil tomar tanto líquido. ¿Se podrían decidir, por favor?
Sería mejor que los Newtons del mundo se ocupasen de las cosas realmente importantes: ¿por qué es necesario abrir la boca para pintarse las pestañas? ¿por qué la gente sigue fascinada con la gansada «todo junto se escribe separado y separado todo junto»? ¿por qué cuando salieron las Crocs parecían la cruza del queso cheddar con un bote salvavidas pero ahora las usamos como si fuesen un par de Louboutin?
Un estudio reciente demuestra que los científicos y los publicistas corren detrás de sus propios intereses. No están preocupados por nuestra salud ni por nuestra felicidad. Afirma un experto que solo somos sus conejillos de indias, consumiendo teorías disparatadas y comprando espejitos de colores.
Los malandrines van a seguir llamando para que cambiemos nuestro plan de telefonía celular. Los zalameros continuarán golpeando a nuestras puertas para ofrecernos tiempo compartido. Los supermercados seguirán convenciéndonos de comprar dos tachos de basura por el precio de uno, hasta agotar stock.
Como no sé qué otra cosa hacer, he decidido descreer de todo. Especialmente de las triquiñuelas marketineras. No, señores publicistas, Coca Cola no da más vida; es una botella de veneno. No, señores de Dove, esa tampoco es belleza real. No, muchachita vestida al estilo campestre de la casa naturista, esas galletas de harina integral tienen grasas trans. No me dejo engañar más. Que se vayan con su música a otra parte. Los despido de mi vida: muy buenas noches y saludos cordiales.
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