Ya había escrito sobre esto. Nosotras sabemos que este es un tema inagotable. Lo de las gotas de sudor que nos acercan al shamaim ya lo tenemos aprendido.
– «Mas calor vas a tener en el Gueinom»- citó una amiga palabras de una Rabanit a propósito de las quejas sobre el recato en tiempos de verano.
Treinta y ocho grados de sensación térmica. Cuánto jizuk necesitamos ese instante en el cual se abren las puertas del placard. Como las del hejal. Momento en el cual estamos solas con nuestro cuerpo y nuestra alma, solas con nuestras voluntades aprendidas, solas con nuestro libre albedrío, re-eligiendo, solas con Hashem.
Allí, frente a nuestros trapitos, comienzan a surgir todo tipo de teorías :
«¿Y que pasa si me pongo esa falda de florcitas? Acaso fulana no la usa y es muy tzadeket?»
«Es insalubre ponerme dos capas arriba con 38 grados de calor»
«Hashem me comprende, sabe que otras cosas las hago bien»
«Si me pongo la falda larga no uso medias»
«¿Para qué me compré ese vestido que necesita enagua y remera debajo y además un saquito arriba porque es ajustado??»
«En el fondo a mi marido no le gusta que me vista como una pacata, un poco de onda, soy joven!»
» ———————————————————————————————-¨
(Aqui pueden completar con la vuestra)
Antes que nada les voy a aclarar que no pretendo hacer halajá. Cada una conoce bien su línea y «la» línea y ante cualquier duda consulte con su rabino.
Ahora bien. Sabemos que en alguna medida y en algún momento estos planteos estuvieron en nuestras cabezas aunque cada una sabe bien quién ganó la batalla.
La contienda ya no es entre la musculosa y la camisa «Rottenmeyer» último botón abrochado. Hay añoranzas que quedaron enterradas y olvidadas junto al chocolate biznike y los brownies que ponen en el bar con el cafecito.
Las decisiones son cada vez mas sutiles y a medida que pasa el tiempo, con hijos de por medio que nos van definiendo, la cosa se pone cada vez mas compleja.
La verdad es que se me hace bastante difícil «disfrutar» del verano. Aún cuando nos decidimos por la piscina, solo pensar en el momento de salir del agua con el traje pegoteado y chorreando, heladas y obligadas a cambiarnos inmediatamente de ropa en vez de asolearnos como antaño, acaba quitándonos las ganas de siquiera acercarnos a la alberca.
Somos especiales, hijas del Rey, yo se todo, entiendo todo, agradezco por todo, pero para ejercer mi condición de Su princesa, por favor quiero un pasaje a Alaska.
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