Estuve a punto de caer desde un balcón, por eso ahora no como jamón. Ese podría ser el dibujo de mi teshuvá. También podría ilustrarlo de otra manera. Un amigo me salvó la vida y gracias a él hoy creo en la resurrección de los muertos. En realidad esa creencia es más o menos la misma que tenía en aquella época, excepto por la parte de la resurrección.

El primer punto no dice mucho. Una niña con guardapolvo planchado y peinado tirante le sopla las respuestas de la prueba de historia a su compañero de banco.

El dibujo adquiere un poco más de forma cuando seis años después, la joven, -que ya no usa vincha, sino un peinado subversivo- se reencuentra con su antiguo compañero y él (todavía agradecido por haber aprobado aquella prueba al responder que la prehistoria se divide en edad de piedra y edad de los metales) la integra al séquito de un relacionista público que organiza fiestas en un club de jubilados trasformado en night club.

Después de ese punto hay muchas fiestas y la línea se ondula un poco, por lo que se tarda en llegar hasta el punto siguiente.

El punto siguiente es el tercero, y es donde se empieza a vislumbrar la imagen.

Era de noche y estaba –no podía ser de otra forma– en una fiesta. Una fiesta exclusiva en un departamento repleto de gente a la quería parecerme. Gente famosa. No doy nombres para no comprometer a nadie. Pensándolo bien, debería dar nombres si quiero que piensen que alguna vez formé  parte de una elite artística, aunque la verdad es que no pertenecía a ese grupo en absoluto.

La cuestión es que allí estaba yo esa noche. Podría contar que lo que hice para garantizarme la entrada fue pelear con mi novio toda la tarde y amenazar con dejarlo si no me llevaba a esa fiesta, pero sería muy largo y confuso explicar por qué mi novio podía entrar y yo no.

Ahora que lo pienso mejor, alcanza con aclarar que ese mismo novio hoy es mi marido y cuando vamos a fiestas me deja al otro lado de la mejitzá. Más o menos lo mismo.

La cosa es. La cosa. Me hago la escritora y escribo la cosa. Sepan perdonar. La cosa es que esa noche estaba sentada en la baranda de piedra del balcón hablando no sé de qué, no sé con quién. Un tanto exaltada. Y allí es donde entra el héroe de esta historia, aquel relacionista público que en el punto dos me presentó mi antiguo compañero de primaria gracias a que en el punto uno le soplé las respuestas para la prueba de historia.

Entra al balcón a saludarme, a ofrecerme un vaso de Grey Goose y a salvarme la vida.

Porque cuando me inclino hacia él, caigo desmayada hacia adelante y no hacia atrás, que es hacia donde naturalmente me hubiese empujado la fuerza de gravedad.

Así llegamos al punto cuatro. El punto cuatro es donde no muero. Donde no viene la ambulancia y mis padres no tienen que reconocer el cuerpo. En cambio, paso la noche inconsciente en el balcón de un actor.

El punto cinco es donde por la fuerza del trazo se rompe la punta del lápiz.

Una pesadilla larga.

Todavía me pregunto qué sucedió exactamente durante las horas en las que quedé tirada en el piso . Lo poco que recuerdo es un fuego siniestro que me golpea y un monstruo que me arrastra hacia un pozo oscuro. Terrorífico. Como el humo negro de Lost. Seguro alguno de ustedes haya vivido algo parecido y pueda explicarlo mejor. Quizá, si hiciese una sesión de hipnosis regresiva podría recordar algo más. Igual nunca me expondría a algo así por el miedo a que el hipnotizador me haga creer que soy una gallina y me deje cacareando por el barrio.

Sea como sea, el punto cinco –incomprensible- me marca y me dispara en línea recta al punto seis.

El punto seis es un largo trayecto donde cambio la dirección. Hay quienes tienen epifanías, iluminaciones súbitas y por eso deciden cambiar su vida. Mi camino fue inverso. Hice teshuvá por escapar, por alejarme lo máximo posible de lo que vi esa noche.

Entonces, eso. Estuve a punto de caer desde un balcón, por eso ahora no como jamón.

3 respuestas a “Dibujo para unir con puntos”

  1. pero tu vida es una película!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

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  2. y si me permite Analia y si así fuera…….una película muy interesante Judi.

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  3. Avatar de Andrea esther Adina
    Andrea esther Adina

    me imagino que hay otro capitulo… demasiado cine postmoderno, necesito mas desarrollo…
    no nos vamos nada, que nos echen a patadas…. 🙂

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