Yo podría haber sido como Maya Plisetskaya, pero cuando mi amiga Marcela dejó las clases de Danza, yo también abandoné.
Hasta ese día habíamos viajado juntas en el colectivo 113. Bajábamos en Rivadavia y Gavilán y caminábamos cuatro cuadras hasta la academia pipikuku. Sin ella esas cuadras se hacían largas y los viajes en colectivo aburridos. Después de dos clases, a pesar de que me gustaban mucho la pirouette y el relevé, yo también me retiré.
Me pregunto cuántas danzas sigo dejando cuando abandona Marcela. Me gustaba el shiur que se daba en la esquina de casa, pero cuando se empezó a dar un poco más lejos dejé de ir. Me hacía bien la clase de pilates, pero abandoné cuando la vecina que me llevaba en auto se mudó.
¿Cuánto me interesa lo que me interesa si sólo lo hago cuando me lo dan servido? ¿cuánto doy de mí misma para conseguir lo que quiero? ¿cuánto permito que mi entorno o las circunstancias me condicionen?
No sé si de dieron cuenta pero ayer no vine. No llegué a publicar a tiempo. Entre los sentimientos de culpa y la construcción de excusas me hice un hueco para pensar en qué hubiese hecho yo si hubiese estado del otro lado: ¿me hubiese quedado esperando? ¿hubiese respirado aliviada porque se me dio un día libre? ¿o hubiese tomado el toro por las astas y no hubiese esperado un impulso externo para aprovechar este tiempo tan propicio?
No sé qué hubiese hecho. Me gusta imaginar que aunque no me pongan por delante las cosas, voy hacia lo que es importante aunque las cosas se compliquen. Que no pierdo el foco.
Los invito a pensar en qué área de sus vidas quedaron detenidos por no tomar las riendas del asunto. Si hay algo importante que no están haciendo porque «las condiciones no están dadas» le propongo buscar alternativas, tomar la iniciativa, buscar recursos.
No nos quedemos esperando a que las cosas sucedan, vayamos hacia ellas. Faltan 26 días para Kipur y no será lo mismo si fuimos hacia allí o si llegamos sin darnos cuenta.
Deja un comentario