Pienso mucho en que me gustaría formar parte de la misma tribu de la que formaba parte Betzalel1, si ya sé, pienso muchas nonsenserías. Es más, me encantaría trazar mi árbol genealógico y descubrir que una chispa de mi neshamá se desprendió de la suya (lo que supongo que sucede cuando se concibe), proque Betzalel fue dotado con el talento artístico.

Me detengo a releer la idea del párrafo anterior y lo borro. Lo vuelvo a escribir, pensando que no es responsable delirar entre paréntisis y no poder nombrar una una fuente seria. Tengo miedo de que alguien me tome en serio y se deje llevar por mis tonterías. Por las dudas dejo en claroo que no sé de lo que hablo. Sólo soy una abuela que escucha a Tita Merello confirmando que desde que nació, no hizo más que desorientarse.

Cuando Hashem le manda a uno el regalo de una infancia impecable (como la mía), uno no sabe por qué camino agarrar. Destacaba en el deporte, en mis estudios y en mi buena relación con mis compañeros. Fui abanderada y escolta reiteradas veces y recuerdo pedirle a Hashem que me haga dar un gran salto el día que gané una medalla de salto en largo.

Se imaginan lo feliz que fui en esa época. Yo creía que la vida era así, fácil, que todo fluía. Cuando terminó el primario y mis mejores amigas decidieron cursar el secundario en una escuela de monjas, a mí se me rompió el corazón.

Pero no la cabeza.

Lo usé como una oportunidad para redireccionarme. Tenía una excusa para salir del barrio y nada mejor que ninguna relación te ate o la comodidad te gane para elegir con libertad el camino que uno toma en una encrucijada.

Hasta llegué a averiguar para entrar a una escuela deportiva, yo me imaginaba que de ahí se salía campeona olímpica, pero mi madre a»h me recodó que la mayoría de los egresados sólo llegaban a ser profesores de educación física.

Así que al final me fui a La Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini y ahí es donde las cosas se me rompen por el medio. Hasta tercer año, no me di cuenta, parecía ser yo misma, no sentí más que unas o dos fracturas en mi autoestima, la primera en el curso de ingreso, donde el director Oriz, uno de los villanos de la película de mi vida, me hacía copiar tres párrafos de “La Guerra y la Paz” todos los días durante un año para corregir los orrores de hortografía que me caracterizaban.

Si no recuerdo mal (no, no recuerdo mal), en tercer año ya destacaba en literatura. “Así se escribe” dijo la profesora Vidal frente a toda la división luego de hacerme leer la redacción que relataba simbólicamente la experiencia de bullying que había vivido por parte de dos compañeras el día de la Primavera que pasamos en el campo de Chodos.

Dalmiro Saenz, un desconocido escritor con quien yo estudiaba, al terminar el secundario, me aconsejó no entrar a la carrera de Filosofía y Letras, porque por según él, por ese camino nunca sería escritora. Me recordó que la mayoría de los egresados sólo llegaban a ser profesores de literatura.

Un día me senté en una mesa de bar frente a mi padre a»h para informarle que quería dedicarme a leer y escribir. Se imaginan la desilusión cuando su hija con potencial como para llegar a presidente quiere dedicarse a escribir poesía. En esa época yo era un retrato vivo de Alejandra Pizarnik, para agravar el asunto. Mi padre me rogó que me inscribiera en alguna carrera y cuando empecé a cursar diseño gráfico me regaló un tablero de lujo sobre el cual descubrí mi amor por las artes plásticas.

Quizá ya sospechan hacia dónde voy con todo esto porque este texto parece el guion malo de una película en la que desde el principio se presiente el final.

Y para ser artista se necesita paciencia, porque la palabra ,la melodía o el trazo del pincel son el reflejo del interior de una persona y el interior tarda toda una vida en revelarse.

Y dando otro salto en largo, ya que todavía estamos en Jánuca, le pido a Hashem el milagro de permitirme volver a vivir en mi tercera edad en ese estado de conexión con lo Divino que me caracterizó en la infancia.

Y ya que estamo seguimos pidiendo: que salgamos victoriosos de esta guerra, que taiga la redención rápido y que me deje tener el mérito de participar en la construcción del tercer Beit Hamikdash, formando parte del team Betzalel de alguna manera.

¿Alguien sabe dónde se manda el currículum?

  1. Betzalel ben Uri, de la tribu de Judá, es venerado en la tradición judía como un modelo de devoción divina y habilidad artística. Designado por Di-s mismo, Betzalel simboliza la unión de la emuná y la creatividad en el servicio a lo sagrado. Su papel en la construcción del Tabernáculo, bajo la guía divina, es visto como un acto de santidad, donde la artesanía se eleva a un acto de entrega ↩︎

Deja un comentario

Tendencias

Descubre más desde Extrañas en el paraiso

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo